
En nuestra vida espiritual hay dos prácticas que nos acercan profundamente a la presencia de Dios: orar y adorar. Ambas son diferentes, pero juntas forman un estilo de vida que transforma el corazón del creyente.
🙏 La oración: hablar con nuestro Padre
Orar es abrir el corazón delante de Dios. Es confiarle nuestras cargas, agradecerle por sus bondades y pedir su dirección. La Biblia dice: “Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias” (Filipenses 4:6).
En la oración aprendemos a depender de Él y a descansar en su voluntad.
🎶 La adoración: rendirse ante su grandeza
Adorar es reconocer quién es Dios y darle toda la gloria. No se trata solo de cantar, sino de un corazón que se humilla y exalta al Señor. Jesús declaró: “El Padre busca adoradores que le adoren en espíritu y en verdad” (Juan 4:23).
La adoración nos saca de nosotros mismos y nos enfoca en la grandeza de Dios.
🌿 Un estilo de vida
Un creyente lleno del Espíritu Santo no separa la oración de la adoración, porque ambas caminan juntas: oramos porque necesitamos de Dios y adoramos porque reconocemos que Él lo es todo.
Cuando vivimos así, nuestra fe se fortalece y nuestra vida refleja la luz de Cristo.